En el final de los tiempos, el consuelo del futbol: 'El último campeonato mundial' de Pedro Ángel Palou

En el final de los tiempos, el consuelo del futbol: 'El último campeonato mundial' de Pedro Ángel Palou

No resulta tan descabellado imaginar a Juan Villoro siendo parte del gremio taquero, ni a Cortázar portando un silbato para señalar cualquier infracción durante las hostilidades del torneo.

Luis Rivera[1] | Tiempo estimado de lectura: 3:30 min. 

Futebol se joga no estádio?

Futebol se joga na praia,

futebol se joga na rua,

futebol se joga na alma.

 Carlos Drummond de Andrade.

En algún momento de mi existencia, el fútbol se tornó decisivo para la consolidación de mi carácter ante el mundo. Mucho antes del gusto por la lectura, adentrarme en sus placeres significó una especie de segunda escuela capaz de dotarme en lecciones trascendentales y más valiosas que las adquiridas formalmente en el seno de las instituciones. Ha significado también la adquisición de un lenguaje compartido, otorgado a la reflexión, comprensión y camaradería de aquellos que, como yo, hacen uso cotidiano de su entorno para reforzar lazos y amistad entre allegados. Por ello, no logro imaginarme, ni un segundo acaso, una vida sin la felicidad entregada por un balón, pues como pensó el propio Edgar Morin: “el futbol es poesía colectiva”. 

No obstante, más allá de la innecesaria cursilería, para el escritor poblano Pedro Ángel Palou, entablar la desaparición del juego más importante de la humanidad se torna posible a través de la imaginación literaria y su disruptiva capacidad para quebrantar imposibles. Gracias a la reedición de El último campeonato mundial (Editorial Booket, 2021) https://bit.ly/3Ak9fRm, Palou entra en la cancha para maravillarnos con dribles y quiebres narrativos de gran categoría, a la par de una trama inteligente que alinea sus mejores recursos en beneficio del espectáculo y la aprobación del graderío. Armado de tácticas que involucran la sátira, lo grotesco y la dislocación temporal, seduce con su gambeteo estilístico, atravesando murallas defensivas atrincheradas en el buen comportamiento léxico de los esquemas preestablecidos.

Ambientada en el “Otrora Invisible Reino de Holenia”, el Barón Bagge Lernet- Holenia, con ayuda de su fiel ayo y acompañante, Aris Biscainoupoulus, han decidido, por nostalgia o delirio, revivir la antigua práctica humana de organizar un campeonato mundial de futbol. Sin embargo, en esta ocasión no serán los extintos países portando uniformes coloridos, ni jugadores adiestrados profesionalmente los encargados de brindar el espectáculo previsto; esta vez, serán los chamanes, filósofos, músicos, skinheads y escritores los encargados de demostrar sus habilidades durante la competición. Por otro lado, el arbitraje recae en manos tan expertas como las de Bonifaz Nuño o Juan José Arreola, adustos en palíndromos y rebusques ortográficos, poseedores de gran experiencia en el gusto por sancionar sanguinariamente cualquier infracción alevosa.              

En perspectiva, la lectura de El último campeonato mundial resulta interesante gracias al virtuosismo empleado para combinar narrativamente las complejidades de estilo, espacio y tiempo respectivamente. Alejada de guiones y crónicas recurrentes, la novela rebasa la trama ya conocida del futbol, apostando por la polifonía y el lenguaje arriesgado que otorga nuevos misterios por descubrir. Aunado a ello, es notable resaltar la desacralización constante de referentes literarios y futbolísticos transformados en personajes descontextualizados de sus quehaceres y costumbres cotidianas, situándolos entre amenas peripecias contadas minuto a minuto en la obra. De esta forma, no resulta tan descabellado imaginar a Juan Villoro siendo parte del gremio taquero, ni a Cortázar portando un silbato para señalar cualquier infracción durante las hostilidades del torneo.

Como remate final, queda subrayar la experimentación victoriosa de un universo narrativo atado a la indagación de emociones, cuestionamientos y reflexiones propios del trasfondo ficcional implantado en principio, pues la amenaza de desaparición no puede disuadirse de los caprichos o desavenencias de un presente atento a la explotación económica de la pelota e ignorante del cultivo estético y apreciativo de la misma. La obra cultiva dicha apreciación estética, devolviendo al juego el goce inocente contenido en su génesis.  Mientras tanto, en lo que aguardo el final de los tiempos, cierro el libro y salto al césped, amarro con fuerza los tachones y me dispongo a rodar como si estuviera ante la posibilidad de ganarlo todo. Perderlo todo.  

 

[1] Sociólogo. Pasante de maestría en lenguas portuguesas y especialista en literatura mexicana del S. XX.

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