Literatura y cine, una relación de narrativa mítica

Literatura y cine, una relación de narrativa mítica

La época de oro del cine mexicano se caracterizó por un encuentro importante entre la creación literaria y la cinematográfica.

Andrea Ríos[1]

Cuando la literatura y el cine se unen, crean un encuentro visual que nos enlaza y seduce.  Esta conexión ha existido desde los inicios del cine, después de que los hermanos Lumière descubrieran el cinematógrafo e hicieran sus primeras exhibiciones en el Gran Café de París; Georges Méliès fue quien le dio paso al cine con narrativa y dejó atrás al documental. Uno de sus films más importantes es Viaje a la Luna, (1902) basado en los libros de Julio Verne, considerado la primera película de ciencia ficción.

Gracias al cinematógrafo, se crearon historias destacadas para el cine, como Nosferatu (1922), uno de los films más importantes de expresionismo alemán, que se basó en la novela de Bram Stoker y, Fausto (1926) basada en los cuentos tradicionales de Goethe.

Sin embargo, en México el cine silente aún seguía siendo informativo, retratando momentos y personajes históricos como don Porfirio Díaz. Fue en 1899 cuando Salvador Toscano exhibió Don Juan Tenorio y se sentaron las bases del cine de argumento en nuestro país.

Pero fue en la época del cine de oro, cuando fotógrafos, escritores, compositores y pintores se unieron para hacer del cine mexicano una industria sustentable. “Desde 1929 comenzaron a llegar a México las cintas sonoras estadounidenses y el cine mexicano trató de ponerse al día”. (2) Un ejemplo destacado ocurrió en 1932, cuando el director Antonio Moreno estrenó la película Santa https://bit.ly/3eNRkdF, adaptación de la novela de Federico Gamboa, primera película sonora mexicana que dio apertura a una gran industria cinematográfica, y fue el inició de la gran época del cine de oro nacional.

Luego de que el sonido se instaló en el cine mexicano, debutaron algunos realizadores como Fernando de Fuentes, que en 1936 estrenó la cinta Allá en el rancho grande. Este film fue la puerta de entrada del cine nacional al mercado hispanoamericano. Su relevancia fue tal, que obtuvo el Premio a Mejor Fotografía en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Sin duda, este éxito se debió al talento de Gabriel Figueroa, director de fotografía y protagonista de la gráfica durante esta época.

Otros éxitos que se anotó Fernando de Fuentes fueron la dirección de la película El compadre Mendoza (1933), basada en un relato escrito por Mauricio Magdaleno y Doña Bárbara (1943), de la novela de Rómulo Gallegos. Además de él, durante este periodo destacaron directores como Emilio “Indio” Fernández, que en 1947 estrenó la cinta La perla, basada en la novela homónima de John Steinbeck, ganador de los premios Nobel y Pulitzer, quie además, colaboró en el guión. 

Esta cinta fue la primera en lengua hispanohablante en ser galardonada con un Globo de Oro por mejor fotografía, misma categoría que fue premiada en el Festival de Venecia. Por su puesto, una vez más destacó el trabajo de Gabriel Figueroa. Más tarde, Emilio Fernández realizó una codirección y llevó a la pantalla grande La rebelión de los colgados https://bit.ly/3yfUVsD de Bruno Traven.  

Roberto Gavaldón, por su parte, despuntó su carrera con su ópera prima La barraca (1945), basada en un texto de Vicente Blasco Ibáñez. Otra de las cintas basadas en literatura fue: La diosa arrodillada (1947), del cuento de Ladislao Fodor y Macario (1959), de Bruno Traven, nominada al Óscar en la categoría de Mejor Película Extranjera y Mención Especial a la Mejor Fotografía en Cannes.

¿La decadencia del cine mexicano?

Los años dorados del cine mexicano trascurrieron entre los años de 1935 a 1945, a pesar de que los géneros más destacados y con mayor volumen de producción era el melodrama ranchero, dramas urbanos y comedias; “la época de oro del cine mexicano se caracterizó por un encuentro importante entre la creación literaria y la cinematográfica”(3).

Sin embargo, esta fórmula fue desgastándose y en los años cincuenta se presentaba una mayor competencia para el cine, la televisión. Para inicios de 1970, se estaba presentado una importante baja en la producción cinematográfica, los temas eran repetitivos y el cine de ficheras estaba abarcando las pantallas. A pesar de esto, en los años setenta surgiría un cine más realista, en donde los más distinguidos de la literatura mexicana nuevamente aportaron con sus guiones

Por ejemplo, Carlos Fuentes adaptó el cuento ¿No oyes ladrar los perros? (1975) filmada por el francés François Reichenbach, y José Bolaños filmó en 1976 una segunda versión de Pedro Páramo https://bit.ly/33KiN9P. también colaboró como guionista en la cinta Los caifanes (1967) de Juan Ibáñez, quien dirigió y participo en el guion. Asimismo, José Emilio Pacheco se involucró como guionista de dos películas de Arturo Ripstein: El castillo de la pureza (1972) y El lugar sin límites (1977), adaptación de la novela del chileno José Donoso.

De la misma manera, Jorge Fons filmó Los cachorros (1973) de Mario Vargas Llosa. Gabriel García Márquez, colaboró como guionista en la cinta María de mi corazón en 1979, dirigida por Jaime Humberto Hermosillo. Por su parte, Alberto Isacc filmó la película Mariana Mariana con guion de Vicente Leñero, esta una cinta basada en la novela Las batallas en el desierto https://bit.ly/33Ng3bIde José Emilio Pacheco.

Otra adaptación de Jorge Fons, Los Albañiles (1975), basada en la novela homónima de Vicente Leñero y quien, además, película ganadora en 1977 del Oso de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Cine Berlín. En los años ochenta los artistitas de la televisión debido a su éxito habían traspasado al cine, en los 90 México presentaba una crisis económica, el ámbito cinematográfico había sufrido grandes cambios en su infraestructura y se redujo el tiempo de exhibición de las películas nacionales.

La década para cine nacional fue la de 1990. Por ejemplo, en 1997 solo se produjeron siete películas ese año y pese a todos estos infortunios sociales, políticos y económicos de aquella década, sobresalieron algunos títulos, como: Anoche soñé contigo, 1991 de Maryse Sistach, guion basado en el cuento La venganza creadora de Alfonso Reyes; Como agua para chocolate  https://bit.ly/3bv8wmm de Laura Esquivel, en 1992, esta película obtuvo diez premios Ariel. En 1995, El callejón de los milagros, basada en la novela homónima del escritor egipcio Naguib Mahfuz, del director Jorge Fons, quien ganó 10 Premios Ariel y también el Goya 1996 como Mejor Película Extranjera en Lengua Español. 

Como vemos entre la relación del cine y la literatura han existido grandes destellos de encanto. McLuhan mencionó que los medios de comunicación son extensiones del cuerpo. Estas sin duda sirven para expresarnos y llegar a otros países sin importar el idioma. Y la imaginación es una extensión del alma,  de los sueños, de crear lo inimaginable  y todo esto es posible gracias a la literatura y al cine, que nos han creado grandes personajes y hospedado en mundos extraordinarios.

No es buscar que es mejor, si la película o el libro, por supuesto que cada medio tiene su dificultad, proceso y magia. Este pequeño listado solo es un ejercicio estimulante para mostrar que está alianza ha existido desde siempre y ha logrado obtener reconocimientos internacional y se ha plasmado nuestra historia, una crítica social y parte de nuestra identidad.

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[1] Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Ecatepec.  Fue parte de la Cineteca Nacional y actualmente colabora en la gerencia de Mercadotecnia de Grupo Porrúa.

[2] GARCÍA RIERA, Emilio, Breve historia del cine Mexicano. Primer siglo (1897-1997), Ediciones Mapa, México 1998, p.

[3] https://cinema23.com/blog/trayecto23/la-epoca-de-oro-del-cine-mexicano/

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