Tres paradigmas de la justicia penal

Esta obra de Salomón Baltazar refleja tres facetas de su vida profesional: la del fiscal puntilloso que se opone a que quede en la impunidad la desaparición forzada de tres víctimas que involucran al comandante en jefe de un batallón del Ejército mexicano, en la que el autor opta por una forma de imputación inédita en México al acusar al militar de ser autor mediato por dominio de una organización estatal, cuando el camino más fácil es dar la espalda a la situación. Esta forma de imputación permite responsabilizar a los personajes que se ubican en los niveles más altos. La faceta del litigante al abordar el tema de la prueba en un sistema penal de reciente adopción, en el que la actividad probatoria es el eje de una acusación justa o el recurso único del inocente ante una imputación carente de veracidad. El enfoque del autor enriquece la labor de los abogados en los foros judiciales y ofrece temas tan novedosos en México, y al mismo tiempo tan antiguos en otros países, como la prueba de referencia. En la tercera faceta da muestras de lo que se denomina “trabajo de gabinete”, mediante soluciones específicas a un problema que se ha arraigado en el país: el de la seguridad de los ciudadanos, que exige la adopción de políticas públicas que contribuyan a mejorar las condiciones de convivencia en una sociedad profundamente desigual, en la que la criminalidad es la expresión de la inconformidad con el papel que le ha asignado la clase poderosa y en la que el uso de la prisión está muy lejos de ser la solución.