Malas decisiones

La vida es una toma continua de decisiones; algunas son acertadas; otras, como en 1981, año crucial en la vida del personaje central de esta novela, cambian el rumbo de la historia. Decisión o fatuidad, los eventos van dejando una huella perpetua en el ánimo. En Malas decisiones esa historia personal continuamente se refleja en otra, en la historia de un México que de manera paulatina dejó de ser el cuerno de la abundancia para ceder a las interminables crisis. En ese espacio temporal se encuentra una colonia naciente, Lindavista, cuyos árboles, calles, parques y casas representan un mundo idílico; lugar en construcción que constituye una alegoría de la identidad del protagonista, Mariano, en franca confrontación con el mismísimo infierno, encarnado en cada compañero de una clase a la que no quiso, no pudo, no supo pertenecer, trasplantado como los árboles del vecindario, sin arraigo y sin pertenencia. Novela en la que el lector atestigua las peripecias de un adolescente, aderezadas con un humor ácido, así como su gradual transformación física y psicológica ante los hechos que le ocurren en la escuela, ambiente hostil que, como bien advierte el personaje principal, “saca lo peor de él” y en el cual aprende que las palabras hirientes y los golpes son la mejor manera de sobrevivir. Mariano, guiado por falsos sueños quijotescos, emprende la lucha contra sus molinos de viento, avecindados en la colonia rival. Aquí, hasta los santos están en pugna a partir de prejuicios heredados; el narrador va dando tumbos sobre creencias fraguadas en su mente, llenas de sinrazón, como quien deja la infancia para situarse en el duro lugar de la adolescencia, en donde lo mismo se da cabida a los primeros deseos eróticos que al sufrimiento por abandonar los juegos y las caricaturas. Ésta es una novela de construcción, de nostalgia, de iniciación y retorno, de identidad, de una infancia perdida, como la antigua colonia Lindavista, como las lluvias de abril.