Fernando Serrano Migallón: Estudios y reflexiones

Nada más justo e imperioso que rendir homenaje a quien con disciplina, constancia y pasión se ha destacado en la idea, en la acción y en la imaginación. En efecto, este reconocimiento que le rinden la Facultad de Derecho y un sinnúmero de amigos coincide con sus cuarenta años de impartir cátedra, día a día, con puntualidad y compromiso con su Facultad de Derecho y con sus discípulos. No podríamos pasar por alto la afortunada coincidencia de que hace precisamente cincuenta años esta institución de nuestra alma mater fue la que le otorgó el título de licenciado en Derecho. Son muchas las generaciones que han pasado por su salón de clases. Con su lección cotidiana, les ha impreso una indeleble huella en su formación académica, en su manera de ver el mundo y en su conducta ética. Es costumbre en las escuelas universitarias dar el trato a la figura de profesor como de aquella persona que imparte distintas materias de un plan de estudios. Se ha reconocido una diferencia abismal entre la figura de un profesor y el maestro. Éste no sólo realiza una actividad transitoria, sino que gracias a él, el aula se transforma y trasciende en la relación con los alumnos, que los vincula con fuertes lazos de compromiso con su universidad, con su nación y con ellos mismos. No hay duda, la vocación más hermosa es aquella que transmite conocimientos a la juventud. Pero vocación sublime será la de formar profesionistas y seres humanos que honren a su universidad, a su sociedad y a su patria. De esa madera es Fernando Serrano Migallón.