Anti-estrés

Todos hemos conocido, en uno u otro momento, ese sentimiento de impotencia, esa sensación de estar completamente rebasados por una situación. Nos sentimos entonces privados de toda fuerza, de toda capacidad de reacción. Ya no logramos delimitar los problemas que nos aquejan. Una extraña fatiga cae sobre nuestros hombros, nos hace perder el sueño y nuestro apetito se vuelve caprichoso: desaparece y luego resurge brutalmente para transformarnos en ogros devoradores al grado de enfermarnos. Nos volvemos irritables y explotamos por nada frente a aquellos que justamente no nos han hecho nada. Tanta injusticia de nuestra parte nos sorprende, nos sentimos culpables... El responsable de esos malestares tiene un nombre: el estrés. Es un fenómeno que afecta indistintamente a todas las clases sociales, a todas las edades. Afecta tanto al desempleado angustiado por el día de mañana, como al ejecutivo que se doblega bajo el peso de sus responsabilidades. Produce un hormigueo, tanto a la madre de familia preocupada por sus hijos como a la top-model condenada a no envejecer jamás.