Almacén de antigüedades

Almacén de Antigüedades fue publicada en forma de libro en 1841. La pequeña Nell Trent vive con su abuelo, a quien asiste con devoción, en el triste ambiente de una tienda de antiguallas, donde su juventud contrasta con la polvorienta decadencia de los objetos que allí se guardan. El abuelo, reducido a la miseria por un yerno derrochador y por las exigencias del disoluto hermano de Nell, Fred, pide dinero prestado a Daniel Quilp y le incita secretamente al juego con la vana esperanza de rehacer una fortuna para bien de Nell. Quilp, enano monstruoso y perverso, hace embargar el negocio. Abuelo y nieta huyen y deambulan por Inglaterra, como miserables, obsesionados por el temor de ser descubiertos por Quilp. Se unen con gente que ejercen oficios ambulantes y encuentran almas caritativas. Así desfila ante el lector el escenario de la Inglaterra de los caminos reales, de los suburbios industriales en una serie de cuadros inolvidables. Al fin hallan asilo en una casita próxima a una iglesia en el campo, de cuya custodia se encargan. El hermano del abuelo, que regresa del extranjero y está ansioso de socorrerlos, se extenúa buscándolos y, cuando al fin los encuentra, Nell, agotada por el viaje, ha muerto y el abuelo la sigue poco más tarde. La novela es una variante del motivo de la muchacha acosada por un sádico perseguidor. La devoción de Nell por el anciano abuelo formaba parte de los motivos idílicos que irresistiblemente herían la sensibilidad victoriana. Pero no son estos personajes los únicos que sobreviven; hay, además, una legión de figuras secundarias, en las que se revela la fantasía de Dickens, creando una maravillosa realidad poética.