La verdadera revolución mexicana (1935-1936)

Por las páginas de esta Verdadera revolución mexicana que sea como hojas secas que van dejando desnudo y deforme el tronco auténtico de nuestra fallida redención social, viajamos los lectores como en un antiguo tren, de esos cuyos sobre techos se cantaba "La valentina", se atendía a los heridos y se despedía a los muertos; y vemos desde el interior de la ventana que es cada libro, el paisaje desgarrador de la Revolución, desde el nacimiento de los ahora grandes diarios, el elegante, frío y pavoroso poder de la diplomacia yanqui, el México imborrable de bailes, canciones, noches de teatro y de ópera, modas y todavía de digno de vivir intelectual, que jamás volverá. Hay rachas dulces de amores del escritor, que como flores que alegran y rompen la monotonía, apartan de pronto nuestra mirada, de la ignominia, la traición, la sangre y la ambición de poder. El hueco y anticristiano tradicionalismo religioso del mexicano, muestra innegable del cual lo fue la violencia cristera; la expropiación petrolera, primicia de nuestro equívoco e inicuo devenir económico político, que nos llevó hasta la hoy imparable devaluación del peso, y la trascendencia del fracaso vasconcelista, en el aborto de un México con más de cinco que, para su pueblo, son realidades que forman la visión de conjunto que nos brinda el historiador. Desde mi niñez, aprendí de Alfonso Taracena, a levantar la bandera de la verdad histórica, por encima de la contienda como Rolland, y ahora hombre, seguiré haciéndolo, igual que don Alfonso, de espaldas al enojo de los fuertes, la diatriba de los vendidos y la endémica indiferencia de nuestro pueblo. Enrique Riva Palacios.