Cuentos romanos

$90.00
En existencias
ISBN
9789700725192
Una calurosa mañana de julio estaba adormilado en la plaza Meloso de Forli, a la sombra de los eucaliptos, cerca de la fuente seca, cuando llegaron dos hombres y una mujer y me dijeron que los llevara al Lido de Lavino. Los observé, mientras discutíamos el precio; uno era rubio, corpulento, con una cara descolorida, gris ojos de porcelana celeste en unas ojeras sombrías; parecía hombre de unos treinta y cinco años. El otro, más joven, era moreno, de pelo enmarañado y anteojos de carey, el cuerpo desarticulado, flaco; podía ser estudiante. En cuanto a la mujer, era flaca, tenía la cara afilada y larga enmarcada por dos bandas de cabellos sueltos, el cuerpo delgado enfundado en un vestido verde que la asemejaba a una serpiente. Pero tenía la boca roja y carnosa, como una fruta, los ojos hermosos, negros y brillantes como el carbón mojado; y su manera de mirarme me indujo a aceptar el negocio. En efecto, acepté el precio que me proponían; subieron, el rubio a mi lado, los otros dos atrás; y emprendimos viaje. Crucé toda Roma para salir a la carretera que empieza tras la basílica de San Paolo, la más corta para Anzio. Ante la basílica llené el tanque de nafta y enfilé la carretera. Debía de haber, calculé, unos cincuenta kilómetros; eran las nueve y media, llegaríamos antes de los once, con tiempo para una zambullida en el mar. La muchacha me gustaba, y confiaba en hacer amistad con ella; no era gente muyfina; por su acento, los hombres parecían extranjeros, acaso refugiados, de esos que viven en campos de concentración, en los alrededores de Roma. La muchacha, en cambio, era italiana, y precisamente romana; tipo vulgar, también: supongamos que fuese mucama, planchadora o cosa por el estilo. Pensando esto, paraba la oreja y oía, en el interior del auto, hablar y reír a la muchacha y al moreno. Particularmente se reía la muchacha, que, según ya había observado yo, era desmañada y resbalosa, justamente como una culebrita borracha. Al oírlas risas, el rubio contraía y arrugaba la nariz debajo de sus antiparras ahumados, pero no decía nada ni volvía la cabeza. Bien es verdad que le bastaba con levantar los ojos al espejito colocado sobre el parabrisas para ver perfectamente lo que ocurría a su espalda. Dejamos de lado los Trapistas, la E. 42, y de un tirón llegamos a la encrucijada de Anzio. Aquí reduje la velocidad y pregunté al rubio, mi vecino, a qué preciso lugar querían que los llevara.
Más Información
Formato Fisico
Editorial Editorial Porrúa México
Colección Sepan Cuantos
Categoría Ficción y temas afines
Temática Ficción moderna y contemporánea
Páginas 346
Idioma Español / Castellano
Edición 1 , 2001
Autor(es) Alberto Moravia
Encuadernación Rústica cosida en hilo
Audiencia Jóvenes adultos
Escriba Su Propia Opinión
Sólo los usuarios registrados pueden escribir opiniones. Por favor ingrese o cree una cuenta