Una puerta abierta: El feminismo heredado por Virginia Woolf

Una puerta abierta: El feminismo heredado por Virginia Woolf

Este 2021 nos congratulamos de sumar a la familia de Editorial Porrúa Una habitación propia de Virginia Woolf, con prólogo de la multipremiada escritora mexicana Margo Glanz, dentro de la Colección sepan cuantos.

Isabel Hernández E.[1] | Tiempo estimado de lectura: 4 min. 

Hoy hay muchos libros escritos por mujeres desde ficción, ensayo filosófico, poesía, divulgación de la ciencia, antropología, historia, hasta música. Últimamente, mucho se ha dicho sobre feminismo y el papel que han desempeñado las mujeres a través de la historia de la humanidad o en relación con la escritura, sin embargo, ¿dónde comenzó todo? ¿A cuántas mujeres debemos nuestra libertad? ¿Cuánto falta para llegar a la equidad? ¿Cuántas  hemos reflexionado el lugar en el que estamos paradas? ¿Realmente le damos valor de todas aquellas que han luchado por nuestros derechos?

Una habitación propia, es una obra de Virginia Woolf publicada por primera vez en 1929. Nació de una conferencia, cuya esencia es exponer un recuento de aquello que las mujeres habían padecido hasta ese momento. No de manera discreta, sino a todas luces, la autora recaba de manera muy general las limitantes que las mujeres enfrentaron a lo largo la historia (con énfasis en los siglos XVII y XVIII), idea que vendría a ser expuesta 20 años después, en una tesis minuciosa por Simone de Beauvoir en su libro de mayor renombre: El segundo sexo https://bit.ly/2U2i1n5, pilar del movimiento feminista.

Lamentable resultaba, y sigue resultando hoy en día, el hecho de recibir una educación de acuerdo con el género, puesto que ello deviene en asociar ciertas actividades o actitudes como características exclusivas de un género. Como ejemplo, recordemos que fueron por mucho tiempo sólo los varones quienes tuvieron acceso a una formación académica, de manera que les permitiera desarrollar su vida más plena en todos los aspectos, destacando así en muchas de las áreas del conocimiento y las artes; mientras que, las mujeres “[…] habían servido todos estos siglos como espejos, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre al doble su tamaño natural”[2].

La mujer no pudo antes de la época de Woolf —salvo contadas excepciones como Cleopatra, Hipatia, Elizabeth I, Sor Juana, Alaska Packard, por mencionar algunas—, verse brillante a sí misma; entera, sin necesidad de ser protegida por algún varón; capaz, para tomar en sus manos de forma legítima las letras. Fue hasta el siglo XVIII que las mujeres con solvencia económica comenzaron a escribir, para legarnos un mundo con senderos más anchos donde todas las mujeres podamos desplazarnos hacia diversas vías de conocimiento.

En definitiva, pese a la educación por género, “No hay una marca en la pared que demuestre la altura exacta de las mujeres. No existe un artefacto en metros prolijamente dividido en centímetros que pueda extenderse para medir con precisión las cualidades de una buena madre ni la devoción de una hija ni la fidelidad de una hermana ni la capacidad de un ama de casa”[3] porque la libertad de la mujer nace a partir de su propio pensamiento, para trasladarse en palabras puestas por escrito o en decisiones que hoy parecieran cotidianas, como elegir la ropa que usamos todos los días, la carrera universitaria que elegimos, el candidato por el que votamos, o el libro que leemos.

La mujer moderna hoy trabaja, ya ha asumido en su conciencia que su tiempo, esfuerzo, fuerza y su cuerpo están a disposición de ella misma, se asume por tanto como un ser capaz, dotado de capacidades y cualidades, no menores a las de un varón, que la hacen merecedora de una remuneración económica igual a la de cualquier persona.

Ojalá muchas mujeres más alcancen eso que Virginia Woolf soñó, alcanzó y puso por escrito, que todas podamos tener el dinero suficiente para contar las historias que queramos desde un lugar propio, como lo hace Chimamanda Ngozi, J. K. Rowling, Kamala Harris y Rosana Curiel, yendo más lejos, quizá no sólo se trata de escribir sino de realizarse en el ámbito que más apetezca al gusto, como lo hizo Consuelito Velázquez, Nahui Olin, Hedy Lamarr y Coco Chanel, porque como afirmó Virginia: “[…]las mujeres han permanecido adentro por tantos millones de años que a esta altura hasta las paredes se han permeado de su fuerza creativa, la cual ha sobrecargado de tal modo los ladrillos y la argamasa que ahora necesita saltar a la pluma y el pincel, los negocios y la política”[4].

Dicho lo anterior, este 2021 nos congratulamos de sumar a la familia de Editorial Porrúa Una habitación propia https://bit.ly/3vh52e3 de Virginia Woolf, con traducción de la poeta Mónica Mansour y prólogo de la multipremiada escritora mexicana Margo Glanz, dentro de la Colección sepan cuantos, en la que ya se encuentra también Al faro.

Para finalizar, honremos a: escritoras, pintoras, científicas, músicos, médicos, académicas, líderes políticas, y a cada mujer que desempeña su labor con garbo profesional; ejerciendo nuestros derechos, difundiendo el trabajo de cada una de ellas, asomándonos a la puerta que otras mujeres nos han dejado abierta. Parafraseando a la prologuista, hagamos que resulte, por un lado, una exigencia, por otro una queja, el hecho de que todas las mujeres necesitamos tener acceso a la educación para alcanzar a tener una habitación propia.

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[1] Egresada de la Licenciatura en Letras clásicas por la UNAM. Se ha desempeñado como Profesora tipo A en la FFyL de la UNAM, así mismo participó como moderadora del “Reto Lector Porrúa 2019” en la CDMX. Ha participado en diversos Coloquios relacionados con la Antigüedad Clásica, además del Congreso Nacional de Paleografía y Diplomática en México.

[2]Virginia Woolf. (2021). Una habitación propia. Ciudad de México: Editorial Porrúa.

[3]Ibídem. 

[4]Op. Cit.               

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