Mary Shelley: ciencia ficción, dolor y feminismo

Mary Shelley: ciencia ficción, dolor y feminismo

Por Luis Zaldivar[1]

Mary Wollstonecraft Godwin nació en 1797, en una familia compuesta por dos mentes alejadas de su tiempo y, a veces, vilipendiadas: el filósofo político William Godwin y la filósofa radical Mary Wollstonecraft, cuyas ideas acerca de la emancipación femenina inspirarían a su joven hija en el futuro. Huérfana de madre desde su nacimiento, Mary contrajo matrimonio con el poeta Percy Shelley, con quién tuvo cuatro hijos, aunque los tres primeros murieron a corta edad.

El dolor de Mary creció mientras continuaba con el legado filosófico de su madre —cuya obra principal, Vindicación de los derechos de la mujer, fue retomada hasta los años 70’s del siglo XX—, se convirtió en una escritora importante, pero apartada de la sociedad, por su ideología. Eso no impidió que varias de sus obras, en su mayoría ensayos y novelas históricas, tuvieran reconocimiento entre el círculo intelectual de la época.

Una idea poderosa cruzó por la mente de Mary Shelley después de un viaje a Suiza, con su esposo, y amigos como Lord Byron y John Polidori. Byron los invitó a escribir un cuento de terror, en una especie de concurso entre amigos. Aunque Polidori fue el único que escribió un cuento de vampiros, Mary se quedó con las ideas que posteriormente plasmaría en lo que fue su novela más importante: Frankenstein o el Moderno Prometeo (1818).

Mary Shelley plasmó algunas ideas de la época, en las cuales se pensaba que, con la tecnología adecuada, a base de electricidad, se podía regresar a la vida cualquier cuerpo fallecido. La novela narra la historia de una criatura sin nombre, creado con partes de cadáveres, cuyo nacimiento solo puede describirse como una aberración. Sin embargo, para Mary significaba su propia vida: su alumbramiento sin identidad materna, el dolor por la muerte de sus tres hijos y la visión de una sociedad que la alejaba cada vez más, solo por pensar diferente.

Sin quererlo, Mary Shelley inauguró, con su novela de estilo oscuro, el género de la ciencia ficción, y registra cómo el hombre usa los adelantos científicos de la época para avanzar o degenerar en su propia existencia, con implicaciones que van más allá de todo lo conocido. Mary expone un contexto científico tan inmenso, como el uso de la electricidad, que definió la existencia del hombre en los años siguientes. Más que una fantasía idílica, la vida del doctor Frankenstein se convierte en un terror inhumano y se transforma en el Moderno Prometeo del título: un hombre que, decidido a robarle el secreto de la vida a Dios y a la naturaleza, se condena.

Años después de Frankenstein (https://porrua.mx/frankenstein-9789700774886.html), Mary tuvo que lidiar con la muerte de su esposo y la de su padre. Y con su segundo relato de ciencia ficción más famoso, El último hombre (1826), va más allá al plasmar su dolor en papel. La novela narra la historia del último hombre vivo en la Tierra, después de una hipotética plaga que azota a la humanidad a finales del siglo XXI. Para Shelley, las muertes de Percy y de su amigo Lord Byron serían la catapulta para narrar una historia de soledad y devastación como ninguna otra en la época. Lamentablemente, el libro fue mal acogido por la crítica, hasta casi rescatarlo del anonimato a partir de la década de 1960.

La muerte de Mary Shelley, en 1851, víctima de un tumor cerebral, terminó con una prominente narradora, que inauguró un género completo en el ámbito literario y varias otras corrientes adoptaron sus textos como luces que guían en la oscuridad. Tal es el caso del movimiento gótico, un estilo de vida que adopta mucho del romanticismo del siglo XIX y han puesto la obra de Mary Shelley en un pedestal.

El monstruo de Frankenstein ha servido en innumerables ocasiones como inspiración para otros textos literarios, cómics, películas y hasta series televisivas de comedia. Además, la figura de Shelley como “autora de un solo libro” se ha convertido en un mito, al redescubrirse sus obras y estudiar el material que, hasta hace algunas décadas, era completamente desconocido.

Tanto a Mary Shelley como a Mary Wollstonecraft se les ha visto como íconos del feminismo desde la década de 1970, reivindicando sus vidas y su ideología, frente a una sociedad que exige el respeto de los derechos de la mujer como nunca antes se había visto.

Y, sin embargo, queda el dolor siempre incrustado de Mary Shelley y su vida, de la pérdida prematura de una madre ejemplar, de tres hijos, frutos de su vientre, y de un marido y un padre que se convirtieron en pilares ideológicos poderosos. Si tal vez ella lo hubiese considerado, en aquel 1826, hubiese publicado "La última mujer", poniendo en claro que, su vida y su pérdida, eran suficientes para hacerla sentir alejada de toda existencia.

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[1] Egresado en Filosofía por la UNAM, es autor de varios relatos y ensayos, además de autor de la columna "El Rincón del Miedo", del periódico Aquí. Se desempeña como librero y agente multiplicador en Librerías Porrúa.

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