Anales

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Sin existencias
ISBN
9789999008488
Tito Livio y Tácito son, sin disputa, los dos máximos exponentes de la historiografía latina. Entre la historia republicana de Livio y la historia augusta de Tácito no han transcurrido más que un siglo y doce emperadores, pero no es posible descubrir entre ambas obras semejanza alguna. Del epos se ha pasado a la tragedia. En vano intentaremos buscar al hombre, al individuo, a menos que sea un enemigo encarnizado o un relevante defensor de Roma, en el fervoroso poema de Livio que se inicia con la fundación de la ciudad y concluye con el lamento de las legiones a la vista del cadáver de un príncipe imperial caído en el corazón de la Germania enemiga. En cambio, en las páginas de Tácito pierde mucho brillo Roma como pueblo; es el perfil del príncipe, del caudillo, del ciudadano el que se dibuja aislado en el tiempo y en el espacio. No sería demasiado peregrino rastrear puntos coincidentes entre los dos historiadores: ambos proceden de una familia tradicionista aferrada a las virtudes del pasado, ambos han recibido una sobresaliente educación oratoria, ambos han vivido en la proximidad de la corte imperial, ambos, en fin, anatematizan el presente en nombre de un pasado que embellecen a distancia. Más la atmósfera moral en que se mueven está muy lejos de ser la misma. Augusto y sus familiares habían alimentado la ilusión de que aún era posible dar marcha atrás y restaurar las costumbres de los antepasados. Los emperadores del siglo II, sin excluir a los mejores, como Nerva o Trajano, se limitan a meras tentativas de principio. A Tácito le tocó vivir demasiado cerca del poder para que pudiera darse cuenta de que déspotas crueles y ensoberbecidos gobernaron, o dejaron de gobernar, el Imperio de manera bastante insatisfactoria. A esto se añade que el azar ha jugado en sentido inverso con las obras de Tácito y de Tito Livio: de éste se ha conservado el relato de los períodos legendarios y gloriosos; de aquél el de los reinados vergonzosos y sangrientos. De ahí la oposición, no tan infundada, como puede verse, entre el idealista Tito Livio y el desengañado Tácito. Tácito es el único entre los grandes historiadores romanos que desafía airoso a la crítica moderna. Se le concede como historiador y como psicólogo, un crédito que no se brinda a ningún otro. Tácito triunfa sobre nuestros corazones actuales de redoblar la desconfianza ante los testimonios. Cuando se le ha leído en su conjunto, no solamente se adquiere el sentimiento de que uno no podrá olvidarlo nunca, sin que, arrebatados por la patética sobriedad de su relato, en ningún momento se nos ocurre preguntarle de dónde obtuvo sus informaciones. En cambio, cuando Tito Livio estampa, en su magnífico latín oratorio, una arenga de Aníbal o de Coriolano, no nos fiamos más de ella, por mucho que la admiremos, que de los diálogos que esmaltan el texto de cualquier novela histórica. Es que el de Padua, por más que sea grave y ponderado a su manera, evidencia un exceso de retórica en su modo de escribir la historia, un exceso de patriotismo en su amor por Roma, un exceso de credulidad en el manejo de las fuentes.
Más Información
Formato Fisico
Editorial Editorial Porrúa México
Colección Sepan Cuantos
Categoría Literatura y estudios literarios
Temática Textos clásicos
Páginas 284
Idioma Español / Castellano
Edición 1 , 1975
Autor(es) Cornelio Tácito
Encuadernación Tela cosida en hilo
Audiencia Jóvenes adultos
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